viernes, 21 de octubre de 2011

Luis Manuel Olguín - Life Symphony Adultos

Entré a Life para escapar de un fin de semana que se auguraba desastroso. El miércoles de la semana del que sería mi Básico me agarré a un muchacho en el baño de una fiesta. Se trataba de un pata de intercambio en el Perú por unos meses, muy amigo de la chica con la que yo salía en ese momento.

Arrepentido, avergonzado, quizás hasta un poco sucio, volví para mi casa esa madrugada a pie por la Benavides tratando de poner, en toda mi ebriedad, mi cabeza y mis recuerdos en orden. A la mañana siguiente, sin lugar adonde recurrir, llamé a una amiga mía—a los mejores oídos sin prejuicios en los que pude pensar—y que terminaría siendo mi enroladora, quizás sin saberlo, para el proceso que se iniciaba la mañana siguiente. Yo no entré a Life pensando que era el proceso para mí, tampoco con deseos de cambiar mi vida, dejar de sufrir, o alguna de esas promesas esperanzadoras que te venden o intercambian por algún diezmo en la tele. 

Entré a Life para escapar de un fin de semana espantoso que sabía se me venía: uno de explicaciones, cuestionamientos, conversaciones y preguntas incómodas, que pretendía evadir.Afortunadamente, Life fue todo menos evadir. Y déjame serte sincero con respecto a Life. No se trata de un club de buenos amigos ni del mejor espacio para encontrar la paz y la redención. 

Mucho menos—por experiencia te lo digo—se trata de un lugar para escapar de tus problemas. Life es un regalo de ti para ti. El taller es un espacio seguro para la introspección mediante la vivencia. Tú serás tu mayor (pre)ocupación y, a partir de enfocarte en ti, verás cómo tu entorno comienza a transformarse. Así de sencillo. Entrar a Life es arriesgarte a ver qué cosas no podrían estar funcionando en tu vida y encontrar las razones para atreverte a rediseñarlas. No vas a cambiar tu vida, vas a cambiar la manera en la que ves tu vida, la manera en la que te relacionas con tu entorno. No es fácil, te aviso; pero te diré, es sumamente gratificante.Y con respecto a mi historia con el muchacho, bueno, nunca más lo volví a ver. Pero gracias a él, a ese pequeño gran incidente, pude comenzar a darme cuenta de lo que me estaba perdiendo y de lo que podía ganar si simplemente dejaba de hacerme el tonto frente al espejo.Bienvenido. Las puertas están abiertas.

Luis Manuel Olguín – Lima 58
Científico del lenguaje